«Con cada contracción, Rai está más cerca de mi» «Confío en mi habilidad para dar a luz a mi bebé»

Estas son algunas de las frases que escuché y me repetí durante este, mi segundo parto. Un parto natural, muy distinto al primero, lleno de magia, cuerpo y vida.

Cuando me enteré que estaba embarazada por segunda vez, estaba TAN feliz! Pero no era la felicidad naïf de la primera maternidad, no. Con la creación de UP WE GO – Portabebés Ergonómicos, había tenido la oportunidad de conocer a muchísimas profesionales relacionadas con la Maternidad, y había aprendido tantísimas cosas, que deseaba tener un segundo bebé y poder usar todos los aprendizajes que, de manera insconsciente, había ido adquiriendo.

Primeras impresiones

Casi lo primero que hice, fue llamar a Amaia. Las que estáis aquí ya la conocéis: es la creadora de BESOTAN, la Asesora de Porteo protagonista en todos los vídeos de la web y…increible: se estaba formando en HIPNOPARTO! Ésta era la mía: y la lié. La lié para que me diera un par de sesiones de Hipnoparto, y para que me contara su experiencia como Matrona en Alemania (si, es muy fuerte, está estudiando para ser matrona también). Escucharla hablar de cómo la mayoría de mujeres en Alemania parían sin epidural, me ayudaba a ver que era posible. Cuando me contaba sus historias, me invadía la calma y pensaba que quizás sí, que igual yo también sería capaz.

Después de esa primera llamada, fui a por el libro de Hipnoparto de Parto Positivo. Conocí a Carmen hace tiempo porque las dos colaboramos en la Guía de Porteo, y la seguía mucho por redes. Su calma, sus mensajes positivos, y la confianza que tiene en el poder de las mujeres para parir me cautivaba. Así que me compré el libro, me veía sus directos, y poco a poco fui convenciéndome a mi misma que esta vez, tendría un parto natural sin anestesia.

Un parto natural

y así fue. Un Viernes, justo cuando mi pareja salía por la puerta en dirección al trabajo, tube la primera contracción. Cómo no sabía como iría la cosa, lo dejé ir. Comimos con mi peque, vimos una peli, y ya vi que la cosa se empezaba a poner seria. Eran las 4 de la tarde cuando avisé a mi pareja: ven, esto ya empieza a picar. Avisé a mi madre para que se llevara el peque, preparamos su maleta, y a las 4.30 ya estaban todos en casa listos para la acción. Nos despedimos, nos tomamos la foto de rigor, y yo me volví a meter para casa. Mi idea era esperar el máximo tiempo en casa hasta ir al hospital: esto es el consejo de una matrona. Cuanto más avanzda estés, menos intervenciones hay en el parto, más cerca estaría de mi parto deseado.

Nos pusimos a ver vídeos de risa (dicen que va muy bien y oye, es verdad), me pegué una buena ducha, y cuando ya era dificil aguantar las contracciones, nos fuimos. Eran las 5.45h de la tarde.

El viaje fue….desagradable. En posición sentada, sin poderme mover, las contracciones dolían mucho más. Los 20 minutos hasta SANT JOAN DE DÉU se me hicieron eternos. Llegué cansada, confusa, con ganas de meterme a la sala de partos y que me vieran. Eran las 6.10h. En monitores estube mucho más de lo deseado: estirada me sentía fatal, quería ponerme de pie. Me faltaba aún el test de antígenos, mi pareja aún no llegaba con las cosas del coche, y yo sentía que ya estaba muy apurada. Vino la ginecóloga a hacer la valoración, y ahí se paró el tiempo. Pensé que si sólo estaba dilatada de 2 o de 3 cm, no iba a poder aguantar, el dolor era ya muy intenso.

6 cm.

Ya estaba de 6cm. Más de la mitad! Me puse a llorar de la felicidad. Mi matrona, Raquel, me abrazó contentísima también, y me preguntó: -¿cómo quieres parir, Anna? -Quiero un parto Natural, Raquel. Pero quiero saber que si en algun momento siento que no puedo, tu me ayudarás. – Claro que sí, confía en mi. Confía en ti. Vente conimgo.

Raquel me llevó a la sala de parto natural. No sé ni qué hora era, calculo que alrededor de las 6.30h Había una bañera, me trajo una pelota. A mi ya me dolía casi todo. Estaba de pie, recargada en la camilla, así sentía que liberaba tensión. Pero duró poco: en nada me apeteció ir al suelo. Me puso una colchoneta, una especie de cojín, y ahí me encontré.

Cerraba los ojos y desaparecía por instantes de la habitación. Mi pareja me sujetaba las manos por delante, me apartaba el pelo de la cara, me acercaba el pañuelo con aceites esenciales. Raquel me daba masajes con aceite por la zona lumbar en cada contracción, me ponía calor. Me repetía, cada vez, «una menos para conocer a Rai». «Lo estás haciendo genial, Anna, Rai está muy cerca». Cerraba los ojos y respiraba. Yoga, bendito yoga. A veces me transportaba a la sala de yoga, a veces a mi casa, a veces sólo veía mi primer hijo. y Respiraba. Recuerdo gritar poco, en la fase de dilatación me salían unos gritos pequeños, de dolor profundo, de las entrañas. Y llegó un momento en que me temblaban las piernas, el cuerpo, sentía que no podía más. – Raquel! Te lo prometo! No puedo más!

El dolor

Raquel decidió, acertadísimamente, valorar en qué punto estábamos. Era una manera de ganar tiempo, y de tranquilizarme: ella es experta y sabía lo que estaba pasando. Ya estaba de 10cm. Estaba todo casi hecho. Y plantear la epidural ya no tenía sentido. Fueron las contracciones más dolorosas, el dolor más intenso que he sentido en mi vida. Si os digo que sentí mi cuerpo partirse en dos, no exagero. Estaba TAN cansada, que pensaba que no iba a lograrlo. De fondo escuché: quizás ahora tengas ganas de empujar. Y no, no podía. estaba exhausta.

Hasta que pude. De repente una ola energética se apoderó de mí: tenía mucha fuerza, unas ganas tremendas de empujar. ¡Y empujé! En el primer pujo me di cuenta que tenía que pujar mucho más. Muuuucho más. Pero podía, tenía fuerzas. Así que seguí pujando, cada vez más fuerte. Ahora, por algun motivo, las contracciones no me dolían. Sí sentía mucho calor, como fuego, cuando su cabezita se aproximaba a la salida. Y de repente, PLAF! Un sonido de explosión, y un sentimiento de liberación para mi: se rompió la bolsa. El líquido caliente, no se por qué, me relajó, y me dió fuerza para los últimos pujos. Y en nada, cabeza fuera. -Mira, mira: está de foto! – No me sueltes, por favor. Un pujo más, y Rai ya estaba aquí.

No os puedo contar lo que sentí porque me quedaría sin palabras. Rompí a llorar. Una alegría inmensa se apoderó de mi. Escuché su llanto. Yo no lo veía porque estaba a cuatro patas, lo tenía Raquel. – Te lo paso por entre las piernas, Anna. Prepara las manos. – No tengo fuerzas, no sé cómo cogerlo. Lo he hecho. JODER. LO HE HECHO. Y apareció en mis manos ese cuerpecito caliente. Esa magia. Ese amor. Aún estaba atado a la placenta, aún éramos uno. Y sentí algo tan profundo, que me es imposible recordad el dolor previo. Sé que me dolió, lo se. Pero no lo recuerdo. Sé que confié, y también dudé. Sentí que me iba, y luego me sentí tan poderosa como no me he sentido nunca. Rai llegó a las 7.50h de la tarde. Y hoy, estoy FELIZ de haber conocido a mi bebé de una manera tan brutalmente bonita.

T’estimo moltíssim Rai. Vas venir al món a recordar-me lo forta i lo vulnerable que sóc alhora.

Mención especial a Amaia, por siempre hacerme sentir capaz. A Claudia y a Marta, por estar convencidas que lo iba a hacer: vuestra confianza en mi, mueve montañas. A Héctor por el acompañamiento sin juicio, por estar ahí siendo sombra. Y a Raquel, por su delicadeza, su profesionalidad, y su calidad humana.

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